31/1/16

El panel de mis sueños XIV

                                                        Tropiezo

El puente de hierro
Quiero entender por qué, en qué momento decidí no seguir luchando..., desde cuando me conformo con las limosnas que la vida me da. Me doy cuenta de que una vez más, probablemente, he llegado tarde a otro sitio, en este caso al núcleo de mi vida. Cómo voy a resolver tantas dudas, tanta inseguridad sin saber qué está bien y qué está mal. ¿Se puede ser feliz después de tantas desdichas, de tanta soledad, de tanta rutina? Estoy asustada de mis propios deseos de ser feliz, miedo de ese sueño que se ha ido haciendo grande, sin querer, dentro de mí. Necesito un nuevo orden para hacer las cosas, una lista de tareas que no sean las de siempre, cocinar, planchar, leer, hablar sola, cuidar un gato. ¿Por dónde empiezo? Le pregunto a  mi grabadora. Pero ella no tiene la respuesta. Me la meto en el bolsillo como si quisiera castigarla. La respuesta parece estar en el aire sin atreverse a tomar forma, quiere mantenerme en este estar en el aire insegura, sin rumbo. Me siento en la terraza del Bonilla junto a la ría. Luego escribiré todo esto. Temo recordarlo, tengo la impresión de que me dará un guantazo en la cara para devolverme a la realidad. Siento que si conecto de nuevo la grabadora solo escucharé las carcajadas de un fantasma.  Me tomo un té rojo y miro el mar que se deshace por la contaminación sin que nadie haga nada.
hospital
Me encuentro fatal, la rodilla derecha me duele, me la toco y pego un salto. Me quedo sentada en una cama que no conozco. Estoy en el hospital. La ha atropellado un coche, me dice la enfermera, claro. Pero yo miré al cruzar, siempre lo hago. Me dejo caer hacia atrás y me agarro a la almohada. Esto no puede estar ocurriendo. No se preocupe, la rotura no es complicada. Tómeselo como unas vacaciones. Después de 20 días le quitaremos la escayola y en poco más estará de nuevo caminando. 
Yo no quiero caminar, le digo, quiero morirme. No, no tengo familia. ¿Es tan raro no tener familia?, le pregunto al ver la expresión de interrogación en su cara. Pero, ¿y mi gato? 
continuará



15/1/16

El panel de mis sueños XIII

Salí de casa decidida
Perder estrógenos ha desencadenado una serie de catástrofes que abrirán un socavón en mi maltrecha autoestima. No puede ser. No puede ser que te despiertes hijo, tu madre aún no ha llegado. Qué mono es. Tengo que cogerlo. ¿Cómo vamos a seguir llorando los dos? Me voy calmando. Pesa poco y es muy tierno. Cuando lo cojo en brazos, abre la boca como una raja y luego frunce los labios y suelta un sonido gutural. Como  no digo nada, pone rígido el cuello, luego agacha la cabeza y mira hacia arriba. No quiero asustarlo. Vamos a mirar por la ventana. La mami está en camino. Cuando llego a la ventana doy los mismos pasos hacia atrás. Ahora soy yo la que se asusta. Es mi panel, intacto. Respiro aliviada. He alucinado, estoy segura. Lo he visto arrugado, esponjado y sin brillo hace un momento. El patio de vecinos es una colmena. Ventanas de mundos diferentes, de semejante destino, separadas por tabiques de cuatro centímetros.

Tengo que buscar trabajo y lo busco y llego agotada a casa de andar y de hablar. Las empresas de trabajo temporal me remiten a la web, la web me marea con tanto curriculo y tanta publicidad de cursos y hoteles baratos.

Cuando le doy a enviar mi candidatura a una oferta en una isla, me salta una chispa en mi pequeño cerebro. Ya lo tengo, me digo. Si me sale algo en esa isla o en las de al lado, me voy para siempre de este puto lugar. Me sale una vena choni. Los nervios me impiden estar bajo el techo de la casa, cojo la chaqueta de un tirón y salgo.
recuerdos

El aire y el sol me rozan la cara y me llenan de ternura, me hace recordar que una vez hace mucho estuve así, me sentí así de bien, ligera..., y no sé por qué extraña putada del destino me encuentro en este punto de mi vida en el que no soy nadie y no tengo a nadie a quien reprocharselo. Todo esto me lo he hecho yo misma
Continuará.

11/1/16

El panel de mis sueños XII

Escribo y escribo
¿Podrías quedarte con Lucas un par de horas? Voy a sellar el paro y el caso es que no se encuentra bien y no quiero hacerle pasar un mal rato. Me muero del susto, aunque  no lo aparento. Está dormido, dice. No te dará quehacer. ¿Y qué hago si llora? No, no llorará, él no extraña a nadie. No hay ni que moverlo del cochecito. Ya verás, lo ponemos aquí y ya está. Vale, pero no tardes por dios. Es muy mono el niño. Me siento en una silla a su lado. No quiero que le ocurra nada. Pienso en cómo sería yo así de pequeña. Y pienso en todo lo que tardé en crecer. En lo larga que se me ha hecho la vida. Ahora que me han despedido se me hace larga y cuesta arriba. No puedo dejar de mirarlo y preguntarme por qué la vida parece tan sencilla, tan pequeña y hace tanto daño. 
El cabrón me ha despedido. Restructuración de recursos humanos en la empresa. Gente joven, digo yo. Por supuesto que somos gente comprometida pero no es suficiente. La otra le habrá dicho que soy  una respondona, además. Desde luego, no lo soy. Si me he conformado con todo. 
¿Soy yo una revolucionaria? 
No somos felices por ser libres...
Me tiembla la mano y la voz. Se me nubla la vista con las lágrimas, me limpio de un manotazo, y el panel se difumina, se vuelve borroso y se convierte en una mancha oscura y macabra enmarcada en madera de pino. Y, entonces lloro más y con más fuerza, ya no me puedo contener. 
Aprovecho y lloro por todo lo de este mundo. Porque ya no hay compasión, no hay amistad, no hay nada. No hay padres, ni madres y nos tratamos con un exceso de confianza que desfigura el respeto. Mi futuro se hace añicos frente a mí. 
El aguacero va calando en mis paisajes preferidos, desaparece Zihuatanejo y me invade una pena jamás sentida. Qué voy a  hacer ahora sin trabajo, por favor... continuará

29/12/15

El panel de mis sueños XI


He pasado el proceso normal de lectura como todo el mundo, periódicos, revistas, donde parecía encontrar mi mundo reflejado una y otra vez, siempre igual. Debía estar interesada en la política y lo estaba; me disgustaba todo y nunca hice nada importante por cambiar la realidad. Me fui desgastando como las gomas de las ruedas, rodando sobre el mismo camino siempre. Confieso que terminé comprando el periódico de forma monótona, cansina y ahí lo dejaba sobre la silla como dejaba la chaqueta en la percha de la entrada, por costumbre, sin mirar y así se fueron apilando, como mis días, sin sentido. Creciendo hacia arriba, secándose, ocupando sitio inútilmente a la vez que empezaba con revistas de cine, de ciencia ficción y de otros temas más literarios hasta que se convirtió en otra costumbre estática y pesada y, entonces descubrí los paisajes y empecé a recortarlos. Luego vinieron los folletos que me devolvieron la ilusión por el ahorro y los viajes y los planes a corto y medio plazo. Aquí suspiro llena de alivio, como si aún hubiera esperanzas. Después me descubrió a mí la grabadora al pasar por un escaparate. El hombre de enfrente leía con gusto, se le notaba en la cara cuando elevaba la vista reposando el contenido de lo que había leído. Era guapo el hombre. Tenía los ojos claros y el pelo ondulado con canas sueltas. Hoy no ha venido. Se habrá marchado a su país. Seguro que no vendrá más por aquí.

 No tengo mucho sueño y me siento en mi mesa frente al panel. Desde aquí me cuesta leer los pies de fotos. Antes de nada, acerco un poco más la mesa a la pared. Tengo la impresión de que la pared se ha alejado. Transcribo lo último, ya es la una de la madrugada. Me ha llamado Lola. Ya le ha llegado información nueva sobre los planes del nuevo director. Lo estoy deseando, dice. La tía esa es un peñazo y no tiene ni idea sobre dirigir un centro. Habrá cambios. Joder, todo el mundo con lo del cambio, cambio. Yo no tengo muchas esperanzas de que cambie nada en ese sitio. Vente arregladita, no vayas a venir de neo cateta para la ocasión. Vamos a tener café presentación. Ya ves que diferencia. Un beso. Incluyo un comentario que sale a colación, me tira una pala y luego me da un beso. Lola es así de dura, así son las amigas, ¿no? Mañana sigo.


23/12/15

El panel de mis sueños X

¿Cuál de los tres te quedas? Joder. Eres muy optimista. No, Asun, digo, Ana...Tú eres una mujer valiente. Yo te muestro y tú decides. ¿Ok? Bueno, chicos y chicas, está bien por hoy. ¿Cómo te sientes Asun? Yo no veo ninguna Asun aquí. Te ríes, ¿eh? Pues, sinceramente me siento mejor de lo que esperaba. ¿Estas dispuesta a seguir? No, la verdad es que no. Así en privado, me ha parecido estupendo, pero no podría pasar por esto delante del mundo entero. Tendría que dejar el trabajo, la ciudad, me moriría de vergüenza. Estás segura..., con lo bien que lo has hecho..., sería una lástima. Por otra parte, tienes cierto encanto que gusta, la pantalla te quiere, mira, obsérvate. Wau... ¿esa soy yo? La vestimenta hace mucho querida. Lo siento, no puedo entretenerme más, debo entrevistar a otras. Piénsatelo. Te llevarás gratis un montón de ropa. Que conste que esto lo he hecho por ti, por Chari que es mi amiga de toda la vida. Pero si no aceptas ahora salir por televisión, no podrás volver, ¿sabes? Lo entiendo. Sin embargo, no puedo, es superior a mis fuerzas. Te agradezco que me hayas atendido y sé que algo me ha pasado que me va a cambiar la vida..., voy a quitarme esto, no quiero dar un paso del que tenga que arrepentirme. Gracias, gracias. Joder, ahora no me siento cómoda ni con mi propia ropa. Ya te digo.
Entro en el Bonilla a tomarme un café, conecto la grabadora antes, no porque sea el mejor café sino por ver el mar. Aunque sea un mar casi muerto. Miro a mi izquierda hacia Colón. No hace mucho me bañaba ahí. Entonces la orilla era de arena blanca y no una alfombra negra, verdosa y aceitosa.  El tiempo pasa muy deprisa cuando estás a gusto disfrutando del atardecer. Es un instante, como cuando miras un cuadro de Monet sobre la pared. Parece tan pequeño y es tan denso. Así es este paisaje que miro del puerto porque al lado del mar, de los barcos, las grúas, de la orilla quieta, los colores y el olor a salitre está lo que soy, que quizá no sea tanto. Cansa hablar tan bajo.   Hoy no ha venido el hombre del sombrero. Es extranjero, seguro. Ya habrán acabado sus vacaciones. Me gustaba mirarlo mientras leía el periódico, varios. Anotaba cosas en un cuaderno de pastas duras. A lo mejor me traigo mi cuaderno un día y lo pruebo y a lo mejor me compro el periódico y lo leo aquí. Hace años que no compro el periódico. Antes lo que me gustaba leer era el Babelia, suplento de "el País". Ahora leo folletos de islas paradisíacas, faros, paisajes al ocaso del sol. Lo único que me alimenta y me da ganas de seguir viviendo es esa fuerte sensación de que un día me iré de aquí y estaré cerca del mar para siempre. continuará


12/12/15

El panel de mis sueños IX


-->
Juicio a tu estilo
¿Te has mirado alguna vez al espejo, Asun? Me he quedado atónita al oír ese nombre. Me parece tan extraño, tan estrambótico. No me veo reflejada en él. Reacciono preguntando por el baño y aquí estoy delante el espejo. Yo no soy esa Asun. Tengo que volver y aclarar la situación. No voy a pasar por esto, me siento ridícula. Se me olvidó conectar la grabadora. Voy enseguida, digo tontamente. Esta noche, cuando pase esto al cuaderno, vomitaré seguro.
Ya me encuentro mejor, disculpad, ha sido un mareo. Pues bien, Asun. Mírate al espejo, ¿qué ves? Tres canas más rizadas que el resto del pelo. Se me está desluciendo el corte, tendría que haber ido a la peluquería ayer. Me crece mucho el pelo. Bueno, Asun, eso no importa, aquí lo vas a conseguir. Conseguir, qué. Vas a encontrar tu estilo. Un estilo en el que te sentirás muy cómoda. Y lo vas a encontrar tú. Yo solo voy a acompañarte en esta aventura. Vale, ¿y qué tengo que hacer? Obsérvate, eres guapa, tienes chispa en los ojos y una boca con unos labios muy bien perfilados. Una piel suave y una nariz respingona que te da un toque juvenil. ¿Te imaginas maquillada, con la ropa adecuada al momento y unos zapatos...? ¿Te has visto? ¿Desde cuándo no vas a una zapatería? Pues todo esto lo vamos a cambiar. Vamos a empezar por tirar todo aquella ropa que te quita la alegría, vitalidad y resta a tu imagen. Hay que limpiar antes de decorar. ¡Crees que te favorece este vestido marrón chocolate? Tal vez en un duelo. Sí, a la basura, dilo tú. Tienes que ser tú la que rompas con el hábito de amortajarte. Vale, a la basura. A la basura esta camisa, es muy grande, es que he adelgazado. Estos zapatos estás nuevo. Para un cotillón de los años sesenta. ¿Qué se dice? A la basura. Me estoy deprimiendo. Relájate Asun, relájate. Lo estás haciendo muy bien. No puedo soportarlo más, todo a la basura. Así se habla. Muchas mujeres se llevan varios días para conseguir lo que tú has conseguido en media hora. ¡Enhorabuena Asun! Yo lo que quiero es cambiarme el nombre. Bueno, yo siempre digo que si quieres puedes. Vas al juzgado y lo haces. Pues no sé por qué nunca lo había pensado. Mujer el hábito de quejarse y no actuar. No te culpes, lo hacemos la mayoría. No nos damos cuenta de lo fácil que resulta cambiar lo que queremos cambiar. Ya ves que nunca es tarde. Me sorprendes tanto. Es el mejor de los comienzos. Sigamos. Damos un paso más en la consecución de nuestros objetivos, te das cuenta? Es muy importante ser consciente de lo que necesitamos y de cómo lo hemos conseguido con una simple afirmación seguida de la acción. Pues, bien. En cada uno de estos escaparates encontrarás un estilo adecuado a tu edad que aumentará tu autoestima, reforzará tu personalidad. Vas a flotar de felicidad. Estos diseñadores han imaginado un estilo para ti. Cada uno ha elaborado un conjunto ajustado a la imagen que ofreces desde tu interior. Pedro me ha comentado que ha elegido su equipo formado por un vestido, zapatos y bolso tomando como referencia la calidez y sensualidad que destaca en tu rostro por tu mirada y tus labios. ¿No tengo cara huevo? Esa es solo una forma negativa de verte Asun. Llámame Ana, de momento... Roblet, ha elegido un conjunto de falda y camisa..., Carmen ha preferido vestirte de pantalones con un aire de ejecutiva con cierto grado de informalidad... Qué manía con lo de que es fácil cambiar; pura propaganda. Continuará

6/12/15

El panel de mis sueños VIII



No quiero conocer a nadie más. No quiero pertenecer a ningún grupo, ni al coro, ni al club de amas de casa, ni al de lectura. No quiero viajar en autobús con los de mi edad y hacer turismo para terminar comprando un electrodoméstico en el hotel.
Ya no quiero nada de lo que me ofrecen y, sin embargo no dejan de ofrecerme cosas. Cámbiate el pelo, píntate las uñas, usa tacones, apúntate al yoga. Es agotador. Nadie me pregunta qué es lo que yo quiero. Y lo que yo quiero es viajar. Es tan sencillo. Para eso tengo mi hucha. Por eso trabajo. Por eso. Los fiordos noruegos con el sol de noche, las auroras boreales. El mundo de otro color. Si no hubiera abandonado mi carrera ahora ocuparía un puesto de relevancia en mi trabajo. Escucharía: ahora mismo le atiende la directora, doña Asun Medel, si, espere en la salita del fondo. Ya es tarde, dice mi madre, ya es tarde hija. ¿Siempre es tarde para mí? Ay madre, qué pesada eres, fijate que soy capaz de retomarla y terminarla con tal de darte en la cabeza, pero no, mejor lo dejo porque en realidad es tarde para empezar. No debería extrañarme porque yo he llegado siempre tarde a todos los sitios. ¿Será porque he sido muy lenta? Voy a callarme ya, corto y dejo grabando que mi vecina está limpiando los cristales. Hola guapa. Hola Asun, oye, ¿te das cuenta de que vienes hablando sola? Si, hija, si, es largo de explicar. Tú me caes bien reina, un día de estos te voy a contar un secreto. Ahora tengo prisa. Vale, te invito a tomar un café esta tarde. Bueno, luego te llamo. Uf, pero qué he hecho santo cielos, ¿contar yo un secreto? Es que a veces meto unas picias..., A ver cómo salgo de esta situación. Contarle yo lo de mi grabadora..., claro que..., tampoco pasa nada. Le diré que estoy haciendo un estudio de la conducta humana. continuará