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Ya está aquí el fin de
semana, el deseado y temido fin de semana. Jo, no puedo ni agacharme
con este dolor de costado. Ya podrían cambiar las camas de hierro
por alguna más ligera. Moverlas con los ancianos encima, te rompe.
Tanto hierro. Siempre he creído que los cabeceros de las camas no
sirven para nada. Ahí se ve también a la clase a la que perteneces.
Mejor no sigo que se me acumula el trabajo. Me daré un baño con
esas sales que me he comprado en el
Mercadona,
pondré un poco de orden en el salón y dedicaré la tarde a ver
películas. Me encantaría ir al cine. Están poniendo “El diario
de Noha”, pero me da pereza coger el autobús hasta el centro. Veré
“La mancha humana” en casa. Cuanto más la veo más me gusta. Ah,
se han caído Las
Galápagos
del panel. He hecho bien comprando este más grande. Lo cambiaré
sobre la marcha. No me gusta ver mis paraísos agolpados. Qué placer
mirarlos. Se ve bien desde todos los ángulos del salón; todos esos
lugares invitándome a visitarlos cada día. Los miro con la
convicción de que, si no dejo de hacerlo, algún día se hará
realidad mi sueño de viajar más allá del cruce. Recorreré las
playas del mundo, los acantilados, los faros. Lugares lejanos y
dispares. Los fiordos noruego, la Costa da Morte, Túnez y Long
Island, no importa el orden. Solo quiero ir a todas las playas del
mundo. No tardaré mucho en hacer el primero y no sé por cuál
decidirme. Son tan hermosos todos, cada uno con sus detalles, pero
todos con un color y unos olores especiales. Estoy metiendo dinero en
un cochino de barro que compré en el chino y no lo sacaré por nada
del mundo. Ese dinero es intocable. Tomaré sopa de Tetra Brik hasta
que haya ahorrado lo suficiente. Las hay de pollo, de ternera y de
verduras. Son muchas cosas las que se necesitan para viajar. No solo
es el billete y el hotel, me tendré que comprar algo de ropa y
tendré que llevar calderilla para algún souvenir.
Me he quedado sin chincheta
para esta vista de la Bahía de la Concha. Me la bajé de internet.
Bueno, lo clavo con el tríptico de Bocas del Toro. Cabañas sobre
las aguas cristalinas. Parece que por ahí no pasa el tiempo. La
orilla es blanca esmeralda. Se respira paz en esta foto. Qué
exótico. Me gusta pasar la mano suavemente por el panel. Cierro los
ojos y me da la sensación de que todo es más fácil de lo que
parece. Es como acariciar abanicos en un stand de la feria de
muestras. Escalones de sueños. Este es mi mejor sueño. El que tuve
una vez de pequeña, no sé por qué. Cuando se lo conté a mi madre,
me contestó que era una soñadora y que así no llegaría muy lejos.
Durante muchos años he guardado ese recuerdo porque la expresión de
la cara de mi madre con ese sesgo irónico y de casi desprecio me
paralizó y no supe cómo seguir. Guardé mi cuaderno en una caja de
lata y lo metí en el baúl del doblado. Tenía un tesoro, lo sabía,
que terminó extraviándose entre las tantas mudanzas que mi madre
hizo dentro de la casa. Yo quería comprenderla...
CONTINUARÁ