7/11/15

El panel de mis sueños IV


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Ya está aquí el fin de semana, el deseado y temido fin de semana. Jo, no puedo ni agacharme con este dolor de costado. Ya podrían cambiar las camas de hierro por alguna más ligera. Moverlas con los ancianos encima, te rompe. Tanto hierro. Siempre he creído que los cabeceros de las camas no sirven para nada. Ahí se ve también a la clase a la que perteneces. Mejor no sigo que se me acumula el trabajo. Me daré un baño con esas sales que me he comprado en el Mercadona, pondré un poco de orden en el salón y dedicaré la tarde a ver películas. Me encantaría ir al cine. Están poniendo “El diario de Noha”, pero me da pereza coger el autobús hasta el centro. Veré “La mancha humana” en casa. Cuanto más la veo más me gusta. Ah, se han caído Las Galápagos del panel. He hecho bien comprando este más grande. Lo cambiaré sobre la marcha. No me gusta ver mis paraísos agolpados. Qué placer mirarlos. Se ve bien desde todos los ángulos del salón; todos esos lugares invitándome a visitarlos cada día. Los miro con la convicción de que, si no dejo de hacerlo, algún día se hará realidad mi sueño de viajar más allá del cruce. Recorreré las playas del mundo, los acantilados, los faros. Lugares lejanos y dispares. Los fiordos noruego, la Costa da Morte, Túnez y Long Island, no importa el orden. Solo quiero ir a todas las playas del mundo. No tardaré mucho en hacer el primero y no sé por cuál decidirme. Son tan hermosos todos, cada uno con sus detalles, pero todos con un color y unos olores especiales. Estoy metiendo dinero en un cochino de barro que compré en el chino y no lo sacaré por nada del mundo. Ese dinero es intocable. Tomaré sopa de Tetra Brik hasta que haya ahorrado lo suficiente. Las hay de pollo, de ternera y de verduras. Son muchas cosas las que se necesitan para viajar. No solo es el billete y el hotel, me tendré que comprar algo de ropa y tendré que llevar calderilla para algún souvenir.
Me he quedado sin chincheta para esta vista de la Bahía de la Concha. Me la bajé de internet. Bueno, lo clavo con el tríptico de Bocas del Toro. Cabañas sobre las aguas cristalinas. Parece que por ahí no pasa el tiempo. La orilla es blanca esmeralda. Se respira paz en esta foto. Qué exótico. Me gusta pasar la mano suavemente por el panel. Cierro los ojos y me da la sensación de que todo es más fácil de lo que parece. Es como acariciar abanicos en un stand de la feria de muestras. Escalones de sueños. Este es mi mejor sueño. El que tuve una vez de pequeña, no sé por qué. Cuando se lo conté a mi madre, me contestó que era una soñadora y que así no llegaría muy lejos. Durante muchos años he guardado ese recuerdo porque la expresión de la cara de mi madre con ese sesgo irónico y de casi desprecio me paralizó y no supe cómo seguir. Guardé mi cuaderno en una caja de lata y lo metí en el baúl del doblado. Tenía un tesoro, lo sabía, que terminó extraviándose entre las tantas mudanzas que mi madre hizo dentro de la casa. Yo quería comprenderla... 

CONTINUARÁ

El panel de mis sueños III


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Lola tiene mucha paciencia conmigo, pienso al coger la bolsa de patatas del Día; que no se me olvide un estuche de pimentada. Cada día economizo más tiempo de las comidas. Casi todo lo que compro es envasado. Dicen que los envasados en plástico y las conservas en latas tienen productos nocivos para la salud, pero yo me quito hora y media de trabajo, contando con que luego no tengo que fregar los platos. Cojo un paquete de dulces rellenos de chocolate que a Lola le encanta. Claro, ella no tiene problemas de celulitis porque lo quema todo haciendo pilates, senderismo y natación. Qué me querrá contar. Qué intriga. Ella siempre da la impresión de que va a contarte muchas cosas y luego me quedo diciendo y..., ¿...eso es todo? Me voy que tengo el tiempo justo. La cajera me pregunta si llevo cupones. No hija, no llevo. ¿Cómo está tu madre? Mi madre murió, guapa. O sea, que está mejor que yo. Esto lo pienso, no se lo digo. Podría pensar esa chica, que no sé de qué conoce a mi madre, que me alegra que mi madre haya muerto, y tampoco es eso.

¡Qué cuerpazo! El vestido hace mucho desde luego. Viene embutida y con manga sisa. ¡Qué envidia! Envidia sana, se entiende. Ella entera es así. Buena por dentro y buena por fuera. Si yo me pusiera ese vestido parecería un morcón. Cariño, dame un abrazo, dice con sus largos dedos sobre mis hombros. Tenía que haberme quitado la bata. Bueno, no pasa nada, ella me conoce y tampoco estoy tan mal para estar en casa. Cuéntame, anda, me muero de ganas de escucharte. Si no te gusta el café lo hago nuevo. Lo hago nuevo. A mí no me disgusta el café recalentado.
He conocido a alguien, dice. Ya estamos, pienso yo con cara de zorra. Mira nos hicimos esta foto tan propia, me refriega por la cara. Pero yo a lo mío. Me gustaría bañarme en esta playa junto a las rocas. Es preciosa la foto Lola, le digo conteniendo la pena.
¡No me digas que no es guapo! ¿Quién? Pero si es Bruce Willis, grito sorprendida. Y esta vez va en serio, dice convencida. No tengo palabras, le digo. Y es verdad, cuando hablamos de hombres, me quedo sin palabras, no sé qué decir. ¿Qué se dice en estos casos? ¿Pero Lola cuando has tomado tú en serio a los hombres? No, eso no. ¿Cómo se llama? Oh, me lo has quitado de la punta de la lengua. Jorge, se llama Jorge y no veas como besa. Mi respiración va ya desbocada, no puedo, no puedo con esto.
¿Te ocurre algo amiga?, me pregunta con cara de preocupación.¿A mí?, nada. Menos mal que no hemos llegado a hablar de sexo. Mi corazón vuelve a colocarse en las sesenta pulsaciones. ¿Me has traído los folletos? Si tonta y te he traído un regalo. Mientras abre el bolso, le echo una mirada de soslayo a la foto. Es Bruce con unos cuantos pelos más. Esta noche ponen La jungla 4 en la sexta. ¿Te gusta? Me encantan estos folletos, ahí me has dado, contesto tartamudeando. Estos no los tengo. Digo, la pulsera, dice ella soltándome un codazo. Oh, me encantan las pulseras. Gracias Lola. Qué buena eres y, ¿cómo te ha sentado el viaje?, me intereso con los ojos pegados en la foto del acantilado de Bayona. ¿Te has hecho algo en la cara? Ya sabes, un limpiador, el tónico y a salir. Si, yo soy muy sencilla y tú lo sabes. Claro que lo sé. Y entonces, yo qué soy, me pregunto mirando mi imagen borrosa en el cristal de la ventana. Yo soy un jeroglífico.
Y ahora, deja que te cuente. No puedes irte del trabajo. Van a destituir a la directora; van a poner en su lugar a Javier... El hijo del farmacéutico. Ya lo sabemos que tiene que ser el hijo de alguien. No vayas a decir nada que te conozco. Me conoce dice. Yo no iba a decir nada. Bueno, lo de destituir me suena a saga de reyes. Oye, es un tío genial, ya verás, y dicen que..., y lo sé por una buena amiga, que va a cambiar todo. Uf, ¿todo? Vamos que quiere dirigir el centro de verdad pensando en el bienestar de los residentes. Qué alivio. Estas palabritas de esperanza que me da Lola me dejan triste, no sé por qué será. El folleto de las islas Cíes se me cae de las manos y lo miro de lejos. Qué rompientes tan bonitos, qué rocas. El agua es tan clara que se ven los pececillos y las algas mecerse suavemente. Ella sigue hablando de Bruce casi sin mirarme y me levanto y pincho el folleto con una chincheta en mi panel de los sueños. Me doy cuenta de que la grabadora se ha apagado. Voy a la cocina. Este hombre me ha cambiado la vida. Es tan atento, tan cariñoso, dice alzando la voz. Como me lo va a contar más veces, me centro en poner la batería. Está Parpadeando el pilotito. No sabes lo que me alegra escuchar eso, murmuro. Por cierto, tengo que irme, me encantaría quedarme pero, ya sabes, los hombres son como son. Quiere darme un masaje. ¿Te he dicho que es dueño de un body gym? Yo no me fiaría de un hombre que te espera para darte un masaje. ¿Qué dices? No, nada, que parece ideal. Bueno, lo siento amiga. Mañana no vemos. No quiero hacerle esperar, ya sabes como son los hombres. Yo sé que mañana no nos veremos, ni pasado. No nos veremos hasta que se separe de Bruce; se contentará con contarme su aventura por teléfono, pero le digo que se cuide. No sé qué decirle que no parezca un boicot a su relación, a su felicidad. Te quiero guapa. Y quítate esa bata, te hace más gorda. Me encojo como un cefalópodo y le digo más que tensa. Sabes, tengo una nueva vecina. Es muy jovencita. Creo que vive sola..., inútil, ya se ha ido hace rato. Lola mira su reloj. Mañana me lo cuentas nena y alegra esa cara. En unos días tendrás un nuevo jefe y se acabarán tus problemas con Ana. La despido en la puerta y le doy al play de mi grabadora. Escucho. ¡Qué cuerpazo! Y lo dejo correr mientras recojo las tazas y los dulces. Los dos pastelitos que faltan me los he comido yo. Los hombres son como son. Ya sabes como son los hombres..., ¿cómo son los hombres?
Para ella es fácil. Es lista y la suerte acompaña a las listas. Me tumbo en la cama y miro el libro “Tierras de penumbra”. Qué triste. La entrevista de trabajo es el lunes. Espero no ponerme nerviosa. Debo tener confianza. Saldrá bien. Tendría que haber ido a la peluquería. Todo este pelo tan largo y soso. Bueno, me pintaré los labios. El rojo vivo me sienta bien. Demasiado vivo. Tan pálida y con el pelo recogido parezco una viuda. Qué exagerada.
Una joven viuda suena mejor. ¿O una viuda joven? Debe ser lo mismo; el orden de los factores no altera el producto.